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Ruta de la cuchilla
Salitre – Guasca – Alto de la Cuchilla
Nivel de complejidad: ◉◉◉◉◉
El puerto de La Cuchilla es el punto más alto de la carretera que conduce desde la sabana de Bogotá hasta el valle del Guavio. Su ascenso discurre entre verdes potreros y sencillas casas campesinas, pasa por enormes bosques de pinos y finaliza con la vegetación característica del paisaje andino de páramo. Todo esto en un trazado serpenteante que entre curva y curva nos presenta el paisaje del valle y el largo embalse de Tominé.
48.4 kilómetros y una inquietante altura máxima de 3.365 m/snm sirven de escenario para este recorrido. Inicia con 24.2 kilómetros de ida, partiendo desde la rotonda que delimita la entrada a Sopó, continúa por la vía hacia el municipio de Guasca y llega al Alto del Salitre, en un ascenso de 2.5 kilómetros y una inclinación promedio de 6% que, sin embargo, no es más que un calentamiento previo para el premio mayor: el ya mítico puerto de La Cuchilla, de 12 kilómetros de distancia y uno de los más altos del mundo.
Es un recorrido de alta exigencia, no tanto por su inclinación que por lo general se mantiene en un promedio del 7%, sino por las condiciones climáticas que hacen que el flujo de aire se reduzca y aumente la sensación de ahogo de cualquier ciclista. Por eso lo recomendable es que quienes lo hagan por primera vez tengan alguna experiencia en ascenso largos.
En la ruta es habitual ver largas filas de corredores amateurs como si se tratara de un peregrinaje multitudinario que tiene en común el deseo de coronar el ascenso a la montaña. Guasca, de hecho, se ha convertido en un destino ciclístico predilecto por los aficionados. El poco tráfico, la tranquilidad, el paisaje y las buenas condiciones de la vía son algunos de los atractivos que más atraen a los ciclistas y que hacen de este recorrido no solo un verdadero estandarte de los mejores puertos para pedalear en Colombia, sino el escenario de competencias como el Gran Fondo de New York, que en su edición LATAM Championship 2019, trazó su recorrido por estas carreteras.
Todo esto sin hablar de los sitios ecoturísticos e históricos como la Reserva Natural El Chochal de Siecha, a 8.1 kilómetros de la zona urbana, ideal para el avistamiento de aves. O los Petroglifos del Pajarito, a 2 kilómetros del municipio –con más de 2.000 años de antigüedad–, una joya del arte rupestre heredada de los asentamientos indígenas que poblaron la región antes de los Muiscas.
A la llegada de los ciclistas a las afueras de Guasca, luego del prólogo de 26 kilómetros, se puede bordear el pueblo por la variante de la Avenida Ruta Nacional 50. O, como segunda opción, ascender a Guasca y atravesar sus calles, aunque esto supone tener que superar un par de rampas antes de entrar en el casco urbano.
Tras un corto descenso, a la salida de Guasca comienza el puerto de La Cuchilla. Son aproximadamente 12 kilómetros de ascenso muy regular, entre el 5 y 7% de inclinación, con pocos y cortos descansos y una espesa niebla, dueña y señora de estas tierras. En este punto, lo mejor es ser precavido y dosificar la fuerza, manteniendo una cadencia continua que permita controlar el gasto energético, un aspecto clave para un ascenso que alcanza los 3.365 m/snm. A falta de 3 kilómetros, la vegetación indica la llegada al páramo. Árboles enanos, musgos y frailejones se levantan al lado y lado de la carretera mientras el frío se acrecienta cada vez más. El oxígeno escasea y cada pedaleo representa un esfuerzo enorme. Tras la última herradura solo queda superar la larga recta desde donde podemos ver el pequeño letrero que anuncia la meta.
La cima es un lugar bastante inhóspito en el que las nubes lo cubren casi todo. No hay ningún establecimiento para descansar o resguardarse del frío. Si tiene suerte podrá encontrar un puesto improvisado debajo de una sombrilla en donde puede comprar agua o algo de dulce para recuperar fuerza.
Al regreso, lo más recomendable es parar en uno de los restaurantes de Guasca, antes de continuar el camino hacia El Salirte, donde podrá encontrar una amplia variedad de oferta gastronómica que va desde las picadas o comida tradicional en el centro del pueblo en lugares como el Piqueteadero La Casona o el Restaurante El Corralito Guasca, hasta ofertas como la del Restaurante el Café de la Huerta, con menús vegetarianos, parrilla y pescados.
Meta volante:
Antes de irse de Guasca, procure conocer la Capilla de Siecha, declarada monumento nacional en 1991 por su valor arquitectónico. Una antigua iglesia doctrinera de los dominicos que data del siglo XVIII y se encuentra ubicada en la Vereda San Isidro. La entrada tiene un costo de $2.000 para los curiosos de la arquitectura colonial.
Muy cerca de la Capilla se encuentran las Lagunas de Siecha: Fausto, América y Siecha. Ubicadas en el Parque Nacional Natural Chingaza, cuentan con una extensión de 50.374 hectáreas. Siecha que en la antigua lengua muisca quería decir “hombre de agua”, fue el templo sagrado y lugar de adoración de los pueblos indígenas, quienes acostumbraban a regalar oro y piedras preciosas a sus dioses a través de la profundidad de sus aguas. Posteriormente, en la época colonial, fueron drenadas para extraer piezas de oro.
Si llegó a la cuchilla y le quedan ganas, descienda hasta Gachatá donde aguas termales, truchas y arepas de maíz palado, lo esperan para recuperar energías.